En el siglo XX todavía se podía enviar a niños por correo

Foto: Fuente: National Postal Museum
Fuente: National Postal Museum

Hoy en día, podemos enviar casi cualquier cosa por correo, desde una carta hasta un paquete con casi todo tipo de objetos excepto, por supuesto, aquellos prohibidos (que tampoco son tantos). Además, las páginas de compra-venta de segunda mano han reforzado esta idea… Existen contenidos de paquetes que ni se te pasarían por la cabeza.

 

Esta práctica está regulada por las leyes de cada país, aunque muchos parecen de acuerdo en limitarla únicamente cuando se trata de peligrosos o perecederos. En esa lista entran, por ejemplo, las personas. Sí, sí, suponemos que ya lo habías imaginado, pero es que no siempre fue así.

Enviar personas a través de este tipo de servicio es totalmente imposible en la actualidad, vale, pero hace tan solo unas décadas sí era posible. No es que estuviera implementado o fuera tarea típica y cotidiana, sino que la regulación no hacía mención a ello, ni para bien ni para mal. Por lo tanto, algunas personas se atrevieron a ello.

Sin límites de servicio

En Estados Unidos, por ejemplo, la única norma al respecto era que el paquete no debía exceder los 5 kg de peso. Era 1913 y el servicio de correos se estaba modernizando en el país norteamericano, ¿pero hasta qué punto sus márgenes dieron forma a otras formas de correo?

"La población empezó a querer traspasar los límites del correo enviando paquetes cada vez más pesados. Algunos le pusieron ladrillos, por ejemplo, pero finalmente se enviaron todo tipo de cosas", cuenta Yohan Demeure en 'Science Post'.

placeholderFuente: Wikipedia
Fuente: Wikipedia

Para entonces, una pareja de Ohio ya había enviado el paquete más bizarro: a su propio hijo. Según la leyenda, el pequeño estaba dentro del peso válido, así que sus padres solo tuvieron que pagar por la etiqueta del paquete, que valía quince centavos, y un seguro de cincuenta dólares. "Entonces, el cartero se hizo cargo del niño, que lo dejó en casa de su abuela", ese era el destino.